A ti, que tanto me has enseñado, que tantos esfuerzos has hecho, que tantas veces viniste a mi habitación sin hacer falta decir nada más que: ¡ánimo, que tú puedes! Aunque hoy no puedas decirlo, siento que lo haces cada vez que pienso que no puedo seguir adelante.
A ti, por intentar que nada ni nadie me hiciera daño; a ti, por aparentar estar bien cuando realmente no lo estabas; a ti, por sonreír cuando realmente te apetecía llorar, todo para protegerme.
A ti, que tantas clases de ballet, entrenamientos, partidos de baloncesto y clases de salsa has aguantado. A ti, por tu paciencia infinita al despertarme cada mañana y mandarme a dormir cada noche.
A ti, por tu música, que inundaba la casa casi todos los días, simplemente maravillosa. Cálida y tierna, como tú.
A ti, por ser como eras e inculcarme todos esos valores que hoy puedo mostrar con orgullo. A ti, por tu sonrisa.
A ti, por todas esas veces que puedo decir con satisfacción: “Él, es mi padre”, porque siempre te he admirado y siempre lo haré.
A ti, gracias, porque hoy y siempre podré decir que he tenido un padre maravilloso del que me siento infinitamente orgullosa. Gracias papá, te quiero.
** A ti, por haber sido tú y haberme ayudado a ser yo **